domingo, 8 de mayo de 2011

Ni la menor idea

Año 1995. Cuarto de Secundaria. Fecha cercana al "Día del Maestro". Eligen al que "casi siempre sale" para representar al salón con alguna "muestra artística". Se elige una muy obvia, "A cocachos aprendí", para aprenderla en 2 o 3 días. Sin embargo, estaba cansado de eso, o por lo menos, en ese momento, pero como en la mayoría de las veces, no fui capaz de negarme ante tanta insistencia (¿vanidad, bondad?), pero realmente no tenía la menor gana.

El día de la presentación, en el salón en el que aguardaba, junto a otros, el momento para salir, me sugieren variar una parte del texto: en vez de "nos sentábamos de a tres", dí "nos sentábamos de a diez"; yo sonrío cortésmente, no tengo ni ganas para bromear, solo quiero salir, decir la décima, recibir aplausos, y se acabó.

Hora de salir, frente al público, inicio "A cocachos aprendí... y por ser tan mataperro, a cocachos aprendí".

Quiero continuar, pero no aparece en mi cabeza la siguiente parte de la décima, me quedo callado, el público se extraña, el animador (¿quién era?), me mira sonriente, dice algo como "suele pasar, mejor comienzas de nuevo", entonces lo hago, y me vuelvo a trabar, mi mente es un enredo, aparecen otras partes, pero no la que sigue, mandan entonces, en mi ayuda, a chicos de otros salones que también conocen la décima, pero es en vano, no estoy seguro ni de como termino, pero el público aplaude.

Salgo fastidiado y con rubor.

Año 1998. Mi sobrino Pier cursa segundo de primaria, mi hermana es parte del comité de aula, y estamos cerca de la celebración del "Día del Maestro", escogen a un grupo de niños para que digan la décima (no recuerdo si entre ellos estaba mi sobrino), pero de una u otra forma (¿sin querer queriendo?), me hago cargo de prepararlos para la presentación.

Al ser 5  (o 6 niños, no recuerdo), divido la décima de manera que se la puedan aprender de memoria, es interesante la manera en que se desenvuelven, cuando comparto con ellos, no parecen niños de segundo grado, o por lo menos no tienen la imagen que recuerdo de mis compañeros en ese entonces, y hasta me parece que se expresan mejor, que tiene excelente dicción.

El día de la presentación, salgo con ellos, y cuando ellos se presentan, es extraño, pero siento que dicen la décima como niños, como la imagen que tenía, y no como me sonaba cuando lo habíamos ensayado. No se olvidan nada, pero su dicción, me sorprendió.

Los aplauden, salimos del patio y los felicito.

Allí termina todo.

Conscientemente, aún no entiendo las ganas de escribir esos recuerdos aquí.